Este artículo fue escrito por Robert Swann y Susan Witt
E.F. Schumacher sostiene en
Lo Pequeño es Hermoso: la economía como asunto de la gente, que desde un punto de vista verdaderamente económico, la manera más racional de producir es "de los recursos locales para las necesidades locales". Jane Jacobs, una de las más avanzadas estudiosas sobre lo regional de hoy, reenfatiza el punto de Schumacher a través de su análisis de considerar una región saludable aquella que tiene como base la continua sustitución de importaciones. Una economía regional bien desarrollada que produce para sus propias necesidades sólo es posible cuando el control de sus recursos y finanzas está dentro de la propia región. En la actualidad, la propiedad de la tierra, recursos naturales e industria y la determinación de condiciones para el crédito receptor se ha centralizado cada vez más a nivel nacional. Ahora todas las grandes áreas urbanas encuentran que sus recursos económicos son controlados desde fuera del área. El sistema bancario es una de las instituciones de la economía más centralizadas y uno de los obstáculos más grandes al momento de fortalecer economías regional o locales. Sin embargo el banco centralizado es sólo una invención reciente. La tradición de pedir prestado y prestar e imprimir dinero se desarrolló durante generaciones en pueblos y comunidades rurales hasta formar lo que ahora llamamos el sistema bancario. Estos sistemas eran a pequeña escala, regionales y descentralizados. El dinero impreso se estandariz6, o alcanzó niveles nacionales, en 1.863 para levantar fondos para la lucha contra los Estados Confederados, pero no fue sino hasta 1913 que un sistema centralita se formalizó con el Acto de la Reserva Federal. El banco centralizado y el control de dinero recurrieron a los bancos grandes y a inversionistas adinerados quienes podían reunir enormes y sin precedente sumas de dinero. Estos bancos en los centros de dinero, con sus clientes industriales, podían pagar a los depositantes tasas de interés más altas que lo que podían los bancos más pequeños, y estos—a menudo bancos rurales—empezaron a enviar sus depósitos a las ciudades grandes. El dinero nacional le hizo al dinero más fluido y permitió a los dólares rurales apoyar el crecimiento industrial urbano. Los acreedores rurales estaban contentos con este arreglo, hasta que un granjero local no pudo pagar la fianza de un préstamo porque un banco de Chicago estaba pagando a su banco dos veces la tasa de su préstamo, o hasta que un banco de Nueva York cerró llevándose los ahorros de un pueblo pequeño. El dinero nacional facilitó la industrialización de los EE.UU. que a su vez creó muchos trabajos; sin embargo, la centralización del sistema monetario sirvió—a su vez—para centralizar los beneficios del sistema. El efecto en los granjeros pequeños y las economías rurales fue devastador. La creciente crisis granjera es una manifestación dramática de lo que es realmente una crisis monetaria que empezó en la depresión profunda de los 1.870s y 1.880s y se consolidó en el Acto de la Reserva Federal. Los créditos para el cultivo a pequeña escala y para negocios rurales pequeños terminaron antes de la Depresión de los años 1.930 y el gobierno de los EE.UU. tuvo que crear la Casa Administrativa del Granjero (Farmer's Home Administration) para ayudar a reemplazar—con impuestos—algo del capital rural que se había perdido en las ciudades grandes. La crisis de la vivienda es también, en parte, una crisis monetaria. Los inversionistas colocan dinero en la tierra como un cerco contra la “inflación”, lo cual acarrea a la tierra y a la vivienda costos más altos. Los precios altos para la tierra son el factor principal en la presente escasez para solventar la vivienda y pone a la mayoría de los norteamericanos fuera del alcance de la propiedad. El sistema bancaria local y descentralizada de hace 150 años tenía la ventaja de la diversidad. El fracaso de un banco local—incluso uno de Nueva York—era un fracaso local y sus costos eran internalizados. Pero hoy encaramos el fracaso de un sistema entero. Consideramos los billones de impuestos pagados por el sistema nacional de seguro de depósitos para salvar la industria bancaria, remarcando que billones más se agregaron a la deuda nacional para salvar a los grandes bancos cuando los países en vías de desarrollo redefinieron sus préstamos. Estos fracasos sistémicos están llamados a ocurrir donde el control económico en la forma de dinero local se ha centralizado y han sido entregadas para servir las demandas de crecimiento. Esta dificultad requiere una reorganización de las instituciones económicas para que ellas sean sensibles a las necesidades y condiciones regionales. Estas nuevas instituciones descentralizaran el control sobre la tierra, los recursos naturales, la industria, financiando de una manera justa a las personas que viven en un área. Necesitamos crear la infraestructura, las herramientas que animen la producción local para las necesidades locales. Los Consorcios de Tierra Comunitaria (Community Land Trusts), trabajadores-propietarios, trabajadores-gerentes de sus negocios, bancos locales sin fines de lucro y dineros regionales son algunas de las herramientas que construyen economías regionales fuertes. Porque hemos aprendido a asumir que los dineros nacionales son la norma, un dinero regional es quizás el menos comprendido de estas herramientas. Jane Jacobs, en su libro
Cities, and the Wealth of Nations (Ciudades y el bienestar de las naciones) ve la economía de una región como una entidad viviente en el proceso de extender y contraer un dinero regional como un regulador apropiado de una menguada y flotante vida. Igual que una nación, una región que no produce suficientes bienes para su consumo, termina dependiendo fuertemente de las importaciones con las consecuentes devaluaciones de su moneda. Las importaciones encarecen los costos, el intercambio es reducido y la región tiene que pedir prestado, lo que cual significa que exporta su capital e importa prácticamente todo lo que necesita. Pero si la región está abasteciendo sus propias necesidades, entonces su dinero se fortalece y mantiene su valor relativo en relación a otros dineros. Las importaciones son más baratas y el comercio es más justo o incluso sesgado a su favor. Jacobs dice que “los dineros son poderosos retroalimentadores de información...y potentes gatillos de ajuste”, pero en sus propias condiciones. Un dinero nacional registra, sobre todo, información consolidada de su comercio exterior. Esta retroalimentación informa a los diseñadores de la política económica. Pero ¿debe la región industrial de los Grandes Lagos o el cinturón de estados granjeros ajustar sus economías de la misma manera como los estados de Sun Belt o el Valle del Silicio de la Costa Occidental? Una parte muy significativa de la economía de cualquier región se gobierna por un sistema monetario y bancario sobre el cual los miembros de la comunidad tienen pequeño o ningún control. La dependencia en los dineros nacionales actualmente priva a las regiones de una muy útil herramienta auto-reguladora y permite una economía estancada dependiente de una nación aparentemente próspera. Lo que proponemos, en cambio, es el establecimiento de un sistema con la responsabilidad de la comunidad. Los dineros regionales no son una invención reciente–su práctica tiene siglos de vigencia. La historia de la así llamada era del banco libre data de cuando la circulación de muchas monedas fueron provocando el sueño de Thomas Jefferson de una nación de pequeños, independientes, auto-confiados granjeros que encontraron el crédito de bancos comunitarios para producir y vender sus bienes. Incluso en los años tempranos de este siglo, los bancos locales emitieron su propio dinero, lo que–según John Kenneth Galbraith—incidió para el rápido desarrollo de la economía americana. ¿En qué se diferencian esos bancos de los actuales? En que ellos estaban localizados en pequeños pueblos, los banqueros conocían a los clientes de manera a quienes hacían préstamos sobre bases de su personalidad y no sobre sus condiciones individuales para responder por el préstamo. Una diferencia más nativa residía en que cada banco podía emitir su dinero local. Al contrario de un dinero nacional que fácilmente deja a la región en la cual su valor es creado, el dinero local puede circular en una área regional limitada. (Las monedas y capital locales no pueden viajar a los centros de dinero para financiar los funcionamientos de corporaciones multinacionales o pagos de interés en la deuda). Las decisiones del crédito eran hechas localmente en base no sólo al conocimiento personal de los prestatarios sino también de las necesidades de la regional en su conjunto. Uno de los mayores argumentos contra el banco libre en los siglos decimonono y vigésimo ha sido que algunos de estos bancos locales fracasaron y que otros fueron manejados por los sin vergüenzas que imprimieron dinero para especular con la tierra y hacer improductivos los préstamos. El sentimiento era que esos abusos podrían ser controlados si el dinero hubiera sido emitido de manera centralizada. Pero era unitaria—una compartida confianza en la responsabilidad y vigilancia comunal—en lugar de la uniformidad que se necesitaba. Bancos desarrollados comunitariamente como el Chicago’s South Shore Bank o el Grammen Bank of Bangladesh levantaron una diáspora intelectual–ellos eran descentralizados y unificados. Las industrias de ahorro y crédito eran uniformes. La descentralización y diversidad tienen el beneficio de prevenir fracasos a gran escala. Esto es tan cierto en el banco como lo es en el mundo natural. Pensemos en semillas. Si diferentes semillas de maíz son plantadas por diversos granjeros y una enfermedad ataca la siembra, algunas matas resistirán y el maíz será cosechado. Pero si todos los granjeros han cambiado a una nueva semilla híbrida y una quemadura pega al maíz, el resultado puede ser un desastre extendido, una siembra fracasada. ¿Cómo aseguramos esta diversidad en los bancos? La depresión mundial de los años 30 provocó el surgimiento de nuevas formas de intercambio que, entraron a competir con los dineros nacionales. El pueblo de Woergel en Austria creó un sistema escrito que atrajo laatención internacional. Sus habitantes estuvieron en capacidad de comerciar mano de obra y materiales que ellos poseían, en lugar de chelines austriacos, que no tenían, lo que les permitió salir de la depresión en cuestión de meses. Las monedas locales aparecieron por todo EE.UU. Un antiguo editor anterior de la Springfield Union en Massachusetts nos contó la historia de una moneda emitida por su periódico. El era un simple trabajador en el periódico durante la caída de los bancos de los años treinta; él recuerda que el editor, Samuel Bowles, pagó a los empleados del periódico en papeles que podían ser gastados en las tiendas que anunciaban en el periódico y aquellas pagarían sus anuncios con dichos papeles, cerrando de esta manera el círculo. Estos papeles (bonos) eran tan populares que los clientes empezaron a preferir los bonos—ellos veían a Bowles todos los días y tenían más confianza en su dinero local que en los dólares federales. El dinero de[ periódico mantuvo flotante la economía de Springfield durante el período de cierres de bancos, facilitando transacciones comerciales que funcionaron bien incluso más allá de la situación que los originó. Cuarenta años más tarde el economista Ralph Brosodi y Robert Swann emitieron un dinero en el pueblo de Exeter, New Hampshire. El dinero estaba basado en un estándar de valores que usaba treinta artículos diferentes en un índice similar al Dow Jones Average. Se llamó la Constante porque, a diferencia del dinero nacional, mantendría su valor con el tiempo. La Constante circuló en el pueblo de Exeter por más de un año, demostrando—como Borsodi lo esperaba—que las personas usarían este dinero que no era el familiar billete verde. En su momento, este dinero fue publicitado en Time, Forbes y otras revistas. Cuando fue preguntado por un periodista si su dinero era legal, Bordosi sugirió que lo investigara con el Departamento del Tesoro, lo cual lo hizo y recibió la siguiente respuesta: “no nos preocupa si él emite conos de pino, con tal de que sea intercambiable por dólares, de tal manera que sus transacciones puedan ser registradas para efectos de los impuestos”. Esto es todo lo que el gobierno requiere de un dinero local, y todo lo que un dinero local requierede una comunidad es confianza. Un dinero sólo es tan fuerte como la confianza que las personas tienen entre sí en producir algo de valor. La confianza está en el corazón de los éxitos en Springfield y Exeter. Borsodi suspendió su experimento después de un año, pero él había logrado su propósito: demostrar la aceptación local y verificar la legalidad de emisiones locales de dineros no gubernamentales. El sureño pueblo de Berkshire de Great Barrington, cuna de la Sociedad E. F. Schumacher, ha dado pasos grandes hacia emitir una moneda de Berkshire. Un grupo de discusión sobre economías regionales llegó a la creación de una organización sin fines de lucro llamada SHARE – COMPARTIR (Self-Help Association for a Regional Economy– Asociación de Auto-Ayuda para una Economía Regional), con el número de miembros abierto y una directiva elegida entre sus miembros. El intento era establecer una base orgánica para un dinero local. El primer objetivo de SHARE, era hacer los préstamos productivos a personas incapaces de avalizar su préstamo normal pero que poseyera un pequeño negocio que produjera bienes y servicios de calidad para consumo local. Algunos de estos negocios no podían lograr préstamos de bancos con tasas del 15 y 18 de interés y SHARE determinó hacer los créditos con costos bajos. Este tipo de créditos requiere que la comunidad esté separada de¡ sistema bancaria. Los miembros de SHARE abren cuentas de ahorro en el First National Bank de Berkshire y esas cuentas son usadas por SHARE para otorgar préstamos que coincidan con sus criterios. El banco realiza los créditos y lleva la contabilidad, pero las decisiones sobre los préstamos, bajo criterios sociales, ecológicos y financieros desarrollados por SHARE, son hechos por la comunidad de depositantes Sue Sellew de Rawson, Brook Farm, hace un muy buen queso suave, con leche de sus cabras y con hierbas que ella cultiva en su granja orgánica. Ella solicitó un préstamos de USD 5000 a SHARE para mejorar sus instalaciones a standares del Estado, con el objetivo de que sus productos puedan ser vendidos en tiendas y restaurantes. Jim Golden amaestró a sus dos caballos a arrastrar madera y leña de los bosques. Jim puede asegurar a sus contratistas que su madera será tratada de manera ecológica y responsable y no sufrirá la tensión indebida causada por un equipo pesado. El préstamo de SHARE le permitió completar un granero para el equipo. Bonnie Nordoff tenía un record de crédito bajo pero a la vez tenia una máquina de tejer y tenía talento para el diseño de ropa. Ella teje suéteres, licras, calentadores y bufandas con diseños coloridos y caprichosos. Su pequeño préstamo le permitió un buen abasto de lana, con lo cual bajó sus costos de producción y logró crédito de sus proveedores. Una vez reembolsado el crédito solicitó un segundo para adquirir una segunda máquina de tejer. Su negocio siguió creciendo y con un tercer crédito adquirió una máquina para un empleado. Los primeros dos préstamos le abrieron las puertas para acceder a un crédito del banco por lo que SHARE envió a Bonnie al oficial de crédito del banco, quien aprobó el crédito inmediatamente. La mayoría de préstamos de SHARE no requieren más de $3,000. Ellos se destinan al equipamiento o abastecimiento de materia prima y no para sueldos o publicidad—todos ellos son préstamos productivos y no para el consumo. Un maestro de piano compró un piano con los fondos de¡ préstamo para proporcionar clases en su casa, pero la aplicación para comprar un piano para su uso privado se envió al oficial de crédito del banco. El programa colateral de SHARE es de fácil operación y de simple réplica. Programas similares han empezado en todo EE.UU. usando el modelo creado en Berkshire. El programa de padrino le ha dado éxito a SHARE: cuando personas sin historial de crédito deciden entrar en un negocio, ellos frecuentemente se vuelven a un miembro familiar como padrino, para un préstamo. En lugar de prestar directamente el padrino ofrece una cuenta de ahorro como garantía subsidiaria para un préstamo del banco. El programa SHARE simplemente extiende el círculo de “padrino”, creando una familia. Este círculo ha logrado una tasa del 100% de reembolso en los créditos, ya que los créditos son pequeños y porque los negocios arrancan con apoyo de la comunidad. SHARE pone en las transacciones económicas una escala y un toque humanos. Un periódico informa a sus depositantes "lo que su dinero está haciéndolo esta noche": su dinero está siendo usado localmente para hacer queso o suéteres o criar a dos caballos grandes. En los fines de semana miembros de SHARE visitan la granja de Sue Sellew donde las cabras bebés mordisquean las llaves de sus bolsillos. Ellos regresan el siguiente fin de semana con sus nietos y el próximo fin de semana sirven en la cena queso Monterey Chevre. Este no es un queso cualquiera, es un queso con una historia y los miembros de SHARE son parte de esa historia. Ellos piden el queso en las tiendas locales y piensan en los suéteres de lana de Bonnie al buscar un regalo especial, y alientan a "sus" caballos en los concursos en los que ellos participan. Estas relaciones económicas locales animan modelos sociales quea su vez forman una singular cultura local. Frank Tortoriello es el dueño de una fiambrería popular en Main Street en Great Barrington. El buscó a SHARE cuando el banco le negó un préstamo para mover su restaurante a una nueva ubicación. Pero Frank no necesitó el círculo de padrinos de SHARE porque él tenía su propio círculo en sus clientes. SHARE le sugirió que él mismo emita los dólares de la tienda como un mecanismo de autofinanciación. Las notas se comprarían durante un mes de venta y se reembolsaran después que la tienda se haya mudado a la nueva dirección. Una artista local Martha Shaw diseñó la nota con la imagen de las personas moviendo la fiambrería de Frank. Las notas tenían la inscripción: “reembolsables por el valor de $ 10 en alimentos”. La tienda no estaba en condiciones de reembolsar. todas las notas al mismo momento, por lo que SHARE aconsejó a Frank que escalonara el reembolso en el período de un año poniendo una nota de "válido hasta tal fecha' en cada nota. Para evitar falsificaciones Frank firmó cada nota como si se tratara de firmar cheques. SHARE le recomendó que las notas se vendieran en $10 cada una, pero Frank pensó que eso era demasiado negocio para la tienda y pensando en sus clientes vendió en $8 dólares los bonos de 10; con este mecanismo levantó $5 .000 en treinta días: contratistas compraron bonos de la tienda como regalos de Navidad para sus trabajadores en sus construcciones; los padres de estudiantes de la escuela cercana decidieron regalar bonos a sus hijos; los banqueros que negaron originalmente el préstamo a Frank lo apoyaron comprando los bonos de la tienda. Las notas aparecieron inclusive en la colecta de la iglesia porque los fieles sabían que el cura desayunaba en la tienda de Frank. Los clientes regulares estaban gustosos de meter el hombro a una iniciativa que vieron era una cosa segura—ellos sabían de primera mano lo duro que había trabajado Frank y confiaron en su habilidad para cumplir con los reembolsos. Frank reembolsó el préstamo no en dinero duro sino en deliciosos bocadillos de queso en pan centeno, durante un año. Jennifer Tawezinski, quien trabajó en la tienda de Frank, se llevó la idea a su casa para compartirla con sus padres Dan y Martha Tawezinski, quienes eran propietarios de uno de los dos mercados de hortalizas del área. Los Tawezinski llegaron a SHARE con la idea de emitir “bonos verdes” para ayudarse a encontrar alternativas para levantar invernaderos durante el invierno. Los clientes comprarían las notas al final de otoño para ser reembolsados en plantas o verduras cuando llegue la primavera o el verano. Al tiempo que esto ocurría el otro mercado de granjeros del pueblo sufrió daños a causa de un incendio. Clientes de la tienda vinieron a SHARE con la idea de emitir bonos para ayudar a los dueños del mercado a recuperarse de los daños ocasionados por el fuego. SHARE sugirió que las dos granjas emitan bonos de manera conjunta. Martha Shaw diseñó las notas con una col en el medio rodeada por una variedad de otras verduras y una leyenda: "confiamos en las gracias” (“In farms we trust”") y cada nota fue vendida por $9. El Comisionado de Agricultura de Massachusetts viajó de Boston para comprar la primera nota de la granja y cinco redes nacionales mostraron el ingenio de los granjeros yanquis para sobrevivir a un invierno difícil. Un programa de alimentos (WIC) compró las notas para repartirlas entre las familias como parte de una iniciativa local para complementar el programa de comida federal. Las notas no llevaban el estigma de "estampillas para comida" y la agencia sabia que estaba apoyando al mismo tiempo a los granjeros y familias locales. Las notas podían comprarse en cualquiera de las dos granjas e igualmente podían ser reembolsadas en cualquiera de ellas. Al igual que con el sistema de préstamos de SHARE, las granjas recibieron el ingreso de la venta de las notas (entre 3 y 5 mil dólares) y ellos encontraron una base comprometida de clientes que aún saliéndose de su ruta normal, encontraría la manera de continuar comprando en las granjas locales en lugar de comprar verduras provenientes de complicadas cadenas de supermercados. Los bonos dólar de la fiambrería empezaron todo un movimiento entre los habitantes de Berkshire que empezaron a optar por una serie de negocios pequeños e independientes como una vía de consolidar y afianzar la economía local. La popularidad de estas experiencias llevó a que la Cámara de Comercio de Berkshire decidiera realizar una campaña de promoción de verano con el personal de la Sociedad Schumacher. Durante 6 semanas, por la compra de 10 dólares en mercadería en los negocios participantes, cada cliente recibió un bono. Los clientes podían usar los bonos al igual que dinero en efectivo en cualquiera de las 70 tiendas participantes de la promoción. El éxito del programa dependía de la energía y cooperación de un grupo pequeño de comerciantes y principalmente del sentido de comunidad entre los consumidores. De los setenta y cinco mil bonos entregados (que equivalían a tres-cuartos de un millón de dólares) veinte y ocho mil fueron canjeados en los tres días destinados al reembolso. Algunas familias agruparon varios bonos para un regalo especial para un miembro de la familia. Las personas que salían el fin de semana del reembolso se aseguraron de repartirlos entre los vecinos que los podían necesitar. Un espíritu de festividad y excitación llenó las calles y entre extraños se encontraron charlando amenamente de cómo usar sus respectivos bonos. A pesar de que estos bonos como los de la fiambrería y los de las granjas representaron un gran cambio de actitud local hacia un intercambio alternativo jugando con la imaginación de consumidores y productores, los montos que se movieron no alcanzaron las cifras previstas por sus organizadores. Una sugerencia de varios bancos del área dio un nuevo empujón a este proceso. El comité organizador de la campaña de verano propuso que los cinco bancos locales participen en un programa de crédito sin intereses durante los días festivos de invierno, con lo cual todo el flujo de compra se iria a las tiendas y negocios que aceptaban los bonos, ayudando a consolidar los trabajos locales y guardando localmente los dólares. El comité presentó la idea en una reunión con los banqueros que a su vez propusieron que el comité creara una bono con un año de duración y 10% de descuento en las compras. Los clientes vendrían a los bancos a comprar bonos de 90$, reembolsables por 100$ de compras o servicios y finalmente los comerciantes depositarían los bonos de 100 por el valor de 90$. ¿Pero cómo aclarar las cuentas de los bonos entre los cinco bancos? El sistema de la Reserva Federal mueve los dólares (los cheques) entre el banco receptor y el banco emisor. Este sistema es automatizado y guarda el movimiento de¡ dinero nacional. Un dinero local necesita un sistema local. Los banqueros propusieron la solución. Ellos dijeron "bien, nosotros simplemente podemos caminar hacia otro banco y hacer el intercambio, de la misma manera que lo hacemos con los cheques". Esto permitió a los banqueros, acostumbrados a un altamente centralizado y rápido sistema, gozar reprisando en pequeño la que constituyeron los primeros pasos del banco, cuando las transacciones estaban impregnadas de un espíritu cálido y comunitario. La Sociedad Schumacher y la Cámara de Comercio de Berkshire están buscando conjuntamente los fondos para financiar el primer año de su programa. Cuando el programa se asienta en negocios locales y sus clientes están familiarizados con los bonos con validez de un año, la cámara de comerciantes y la sociedad Schumacher trabajarán con los negocios locales para desarrollar una manera adecuada de manejar los bonos. En el futuro eventualmente pueden otorgarse préstamos con un interés bajo del 3% para cubrir los costos del servicio. Al contrario del actual programa de SHARE que reside en pedir préstamo en dólares, un préstamo en el sistema de bonos no pretende ningún tipo de ganancia. Un 3% de interés puede animar nuevos y aventureros negocios como de procesamiento de alimentos que de otra forma no podrían competir por lo costos altos de inversión. Una emisión local puede empoderar a los residentes de Berkshire para dar forma a su futuro económico, desempantanándolo de tasas de interés altas y toma de decisiones sobre sus préstamos en los alejados centros del capital. Cada pueblo puede ser un centro de dinero y los problemas económicos locales tendrán soluciones locales. En el verano de 1991 Paul Glover escuchó una entrevista de radio con personal de la sociedad Schumacher sobre los bonos-dólares de la fiambrería y de las tiendas granjeras. La historia lo inspiró a emitir su bono 'Horas de lthaca' en su ciudad natal de Ithaca, Nueva York, como una manera de crear trabajos más locales y más seguridad para los subempleados de Ithaca. Ithaca "Hours" ha crecido desde esta pequeña experiencia surgida en la base para actualmente alcanzar a más de mil personas y negocios en los cuales se puede adquirir con bonos alimentos, trabajos de construcción, servicios profesionales, cuidado de salud y artesanías. Cada Ithaca Hour tiene un valor de $10—el promedio de sueldo por hora en Tompkins County. Los cinco mil billetes en circulación han aumentado los negocios locales por varios cientos de miles de dólares. Tanto la población como las tiendas que están de acuerdo en entrar al sistema de la moneda Ithaca Hours recibe gratis 4 billetes (40 dólares) para empezar sus transacciones; así mismo se anuncia sus nombres en el periódico mensual del grupo. El periódico ofrece artículos sobre economía local y relata historias de pequeños negocios caseros que han prosperado aceptando el pago en bonos. Unicamente miembros del grupo pueden publicitar sus negocios en el periódico y aunque el anuncio aparecerá durante dos meses, solo cuesta 1/2 Hora ($ 5). Los consumidores están “obligados” a ir de compras localmente porque su dinero sólo lo pueden usar en Ithaca. Un granjero del mercado que tenía dificultad de pagar sus cuentas durante el invierno, pudo hacer un préstamo en Ithaca Hours a un colega que había acumulado más notas de las que podía usar y prefería recircularlos en lugar de guardarles ociosamente. La familia del granjeros pagó por el cuidado del niño y otra serie de gastos y entonces reembolsó el préstamo en el siguiente verano. La Unión del Crédito Alternativo en Ithaca acepta reembolso parcial de préstamos en su moneda porque sus empleados han aceptado recibir parte de su salario en Ithaca’s Hours. Paul Glover ha abierto en el centro de la ciudad un banco de IH para regular la circulación del dinero, proporcionar información de productos que se pueden adquirir con la moneda, etc. Los organizadores trabajan con los negocios locales movilizando los productos de fuera de la región y conectándolos con otros productores. Este es el meollo de un programa de reemplazo de importaciones que creará trabajos sustentables. Un dinero local puede denominarse dólar o medirse en gallinas u horas o cualquier otra denominación, con tal de que las personas sepan que esos papeles les funciona–como dinero-para adquirir bienes. El sistema para funcionar requiere una dosis de confianza de que va a existir productos disponibles a ser reembolsados con sus bonos. Para asegurar esta confianza la sociedad Schumacher recomienda:
• La organización emisora debe incorporarse como una entidad no lucrativa para que el público entienda que el acceso al crédito no debe ser monopolizado para ganancia privada. La organización debe ser democrática, con la membresía abierta a todos los residentes del área y una directiva elegida por los miembros. • Su política debe crear nuevos créditos a corto plazo para propósitos productivos. Créditos productivos normalmente son concedidos a 3 meses de plazo para alimentos o servicios que ya están siendo producidos y están en camino del mercado; es decir, créditos que podrán ser reembolsados en un tiempo muy corto. • El banco regional de la moneda local debe estar fuera del control del gobierno para viabilizar que las decisiones sobre las inversiones sean hechas de manera independiente por la comunidad. • El criterio social y ecológico debe ser parte de la política de crédito. Los fondos de inversión de la comunidad igualmente conjugan un positivo de criterios sociales, particular a su propia región. Estos fondos podrían unirse con otros bancos locales para comenzar experiencias con dineros regionales. • Los programas de préstamo y los dineros locales deben apoyar la producción local para las necesidades locales.
Los dineros locales pueden jugar un papel vital en el desarrollo de las economías regionales diversificadas. Los dineros locales dan definición e identidad a las regiones, animan las transacciones personalizadas entre vecinos y ayudan a revivir culturas locales. Un dinero local no es simplemente una herramienta económica; es también una herramienta cultural. Los grupos comunitarios de Kansas, Boulder, Philmont. New York, están emitiendo sus propias monedas y cada una está a la medida de su gente, su cultura y productos de la región. Cada comunidad tiene su propia historia de cómo y cuándo se organizaron y de qué esperan alcanzar con su esfuerzo. Un miembro de la sociedad Schumacher que visitaba la experiencia de Ithaca buscó la manera de gastar su dinero (Ithaca) antes de terminar la visita, decidiéndose por una manualidad producida por una mujer en su casa. La hija que le abrió la puerta supo que el visitante no era de la zona y le preguntó: “cómo es su moneda local?”. Traducido del Ingles por Francisco Gangotena (SWISSAID-Ecuador, Quito, 1999)